México es uno de los países más hermosos, por la diversidad cultural que caracteriza a cada una de sus comunidades, por las muchas lenguas indígenas que se hablan en sus rincones y por su aclamada y mundialmente conocida gastronomía; no obstante, tiene un severo problema de memoria, el cual lo obliga a regocijarse en la ficción primermundista del progreso material y en la constante representación de episodios clásicos de las novelas más taquilleras de Televisa.

Eztli Yohualli

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México es uno de los países más hermosos, por la diversidad cultural que caracteriza a cada una de sus comunidades, por las muchas lenguas indígenas que se hablan en sus rincones y por su aclamada y mundialmente conocida gastronomía; no obstante, tiene un severo problema de memoria, el cual lo obliga a regocijarse en la ficción primermundista del progreso material y en la constante representación de episodios clásicos de las novelas más taquilleras de Televisa.

No es sorprendente que las cúpulas de poder mexicanas utilicen recursos retóricos básicos cuando de esconder caos y verdades se trata; ese recurso lo hemos visto repetirse una y otra vez a lo largo de la historia, por eso, cuando acontecen semanas llenas de violencia y de sucesos críticos no tardan en anunciarnos que el gobierno federal ha hecho un excelente trabajo en la captura de los criminales más buscados.

La semana pasada sucedieron dos hechos que hicieron estremecer a la sociedad mexicana, el primero de ellos ―a unos días de que un grupo armado robará la camioneta a una familia, violara a la madre, a la hija adolescente y, lamentablemente, asesinara a un menor de dos años de edad― se suscitó en Ciudad Universitaria, donde encontraron el cuerpo sin vida de una joven de 22 años, cuyo nombre era Lesvy.

Aunque en México ya parecen normales los feminicidios ―algo que sin duda debemos seguir cuestionando―, lo que hizo eco en este caso fue la imprudencia con la que la Procuraduría General de Justicia se refirió a la víctima, como culpándola de su propia muerte, al describirla, en una serie de tuits, como drogadicta, sin estudios, juntada y con trabajo de medio tiempo como cuida perros, algo que la madre de Lesvy se encargó de desmentir frente a diversos medios de comunicación.

Debido a la manera en la que Lesvy fue descrita, las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México fueron testigos de una marcha, en la que se exigió que el caso no fuera tratado como suicidio, sino como feminicidio, pues, de acuerdo con las declaraciones de la familia, no hay indicios de que la joven pudiera atentar contra su vida.

Por otro lado, en Puebla, uno de los lugares en los que también se han registrado varios feminicidios a lo largo del año, se llevó a cabo un enfrentamiento entre militares y huachicoleros que dejó un saldo de 10 personas muertas ―cuatro militares y seis civiles―. La razón fue un operativo en el que se pretendía cerrar algunos ductos, por lo que los chupaductos forjaron una trinchera usando a mujeres y niños.

Pareciera que ambos sucesos son completamente ajenos, nada tienen que ver uno con el otro, a primera vista; no obstante, hay un factor en común: el actual gobierno de la República.

Lo anterior, parece una falacia desatinada y sobre interpretada, pero si analizamos a fondo, desde que Enrique Peña Nieto, actual presidente de la República, era gobernador del Estado de México, se percibía que su política y sus estrategias no estaban encaminadas al diálogo, para ejemplo lo sucedido en Atenco, donde la represión tuvo como daños colaterales la violación y el abuso sexual que padecieron 11 mujeres.

Estas violaciones, que casi quedaron impunes, fueron justificadas por Peña Nieto, aludiendo a que su mandato tenía como propósito mantener la seguridad de los mexiquenses… pero qué seguridad puede generarse a través de la violencia.

Mientras el entonces gobernador se preocupaba por entregar las tierras de Atenco a un proyecto de infraestructura, las violaciones y feminicidios en el Estado de México no eran atendidos, por eso no es sorprendente que durante su presidencia se hayan incrementado los índices de violencia de género, pues dicha problemática no es parte de su agenda política, más bien ha sido parte de su estrategia para mantener en «orden» a ciertos sectores sociales.

Por otro lado, también era evidente que el problema de la venta y extracción de combustible en Puebla se agudizaría, pues con la apertura de los combustibles al mercado internacional, los precios de la gasolina se elevaron, algo que provoca dos cosas: mayores ganancias en las ventas del combustible ilegal y mayor oferta, pues seguramente habrá más personas comprando este tipo gasolinas, para ahorrarse una buena lana, por consiguiente, habrá más personas dedicándose al negocio sucio. ¿A poco creían que la reforma energética no tendría consecuencias?

Ante esta mínima muestra del panorama caótico del México muy bien conocido, el gobierno federal, priista, tiene que lavarse las manos y asegurar que está haciendo un excelente trabajo, quizá esa sea la razón por la que veremos en las próximas horas titulares que hablen sobre la detención de Antonio Tarín, excolaborador de Duarte, o de cómo siguen aprehendiendo a presuntos huachicoleros en Puebla, de Lesvy tal vez ya no sepamos nada, ya hay una lista interminable de rostros sin reconocer, por lo que no podemos asegurar hasta cuándo se harán responsables de la violencia que ha causado la impunidad y la corrupción cuando de violencia de género se trata, no obstante podremos asegurar que #SiNosMatan seguiremos exigiendo que se esclarezca la verdad, hasta que los feminicidios también sean prioridad.

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