Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.
Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.

La comunidad estudiantil de la ENAH exigió la renuncia de la actual directora Julieta Valle.

En una toma simbólica, la comunidad estudiantil de la ENAH también repudió los actos violentos acaecidos en Ciudad Universitaria.

Amanecer nublado: El calendario digital de mi smartphone aseguró que era el jueves 13 de septiembre de 2018. Le creí. Mientras me desperezaba, leí en redes sociales que alumnos de la ENAH llamaban a una conferencia de prensa. Sonreí. Pensé que era simbólico que, a 50 años de la Masacre de Tlatelolco, los y las estudiantes volvieran a exigir justicia, más presupuesto para la cultura y seguridad.

Guardé mis llaves, los últimos 50 pesos de mi quincena y el ejemplar de Madame Bovary que leo para distanciarme de la realidad. A las 7:40 horas estaba en la estación Tlaltenco de la Línea 12; era temprano, pero la marcha lenta del tren me recordó las inconveniencias de la corrupción, la impunidad, la sobrepoblación y la hora pico.

Un, dos, tres por Marcelo y todos los involucrados en la construcción de la Línea 12. A las 9:38 llegué demasiado tarde a mi destino. La frase «a la brevedad reanudaremos la marcha del tren» es equivalente a perder un día de trabajo. Me dirigí a la Alameda Central.

Quise pasar una mañana sin altercados, despersonalizarme tranquilamente en una banca cualquiera mientras leía a Gustave Flaubert, pero olvidé un pequeño detalle: en México hay individuos que no tienen pudor en el espacio público y hay medios de comunicación que aseguran que el movimiento feminista divide la unidad de la lucha estudiantil.

Después de leer que Emma Bovary admiraba a María Estuardo, a Juana de Arco, a Eloísa, a Inés Sorel, a Ferronnière y a Clemencia Isaura, levanté la mirada solo para darme cuenta de que un hombre, a dos metros como máximo de distancia, se estaba desabrochando el pantalón y comenzaba a sacar su pene. Me alejé.

Subí al Metrobús, el instinto me llevó directo al Museo Nacional de Antropología (MNA). A las afueras miré a Tláloc, con su aura de tristeza por estar lejos de casa. El monolito traído a la capital bajo el resguardo de los militares y la policía federal. A sus espaldas, un grupo de estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) ya esperaba el momento para accionar.

Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.
Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.

Los abuelos dicen que el cielo inundó las calles de la Ciudad de México cuando Tláloc llegó, porque fue arrancado de su tierra en contra de la voluntad de los pobladores de Coatlinchán, Estado de México. Este día también estaba nublado, silencioso, como hace 50 años; como la noche en la que desaparecieron los 43; como el alarido ignorado en cada una de las violaciones, de los feminicidios; como el segundo inmediato a la puñalada de un porro contra un estudiante.

Varios murmullos me arrebataron de mis divagaciones: un grupo de encapuchados se unió a la concentración estudiantil. No sé qué dialogaron, pero al terminar, los estudiantes, trabajadores y vecinos de la ENAH se dirigieron rápidamente a la entrada principal del Museo.

Las autoridades siempre son lentas para atender casos de violencia en las calles: cuando un mototaxista me perseguía por los rincones de Tláhuac, una patrulla tardó 20 minutos en llegar. Cuando la ENAH llegó a la entrada del Museo, un grupo de vigilantes ya obstruía las puertas. Se armó el slam, simbólico, porque la toma del recinto cultural era y fue pacífica.

Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.
Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.

Algo en el ambiente parecido a una mirada policial siempre nos recuerda que los espacios culturales no nos pertenecen; existen para ser observados en tercera persona, no para vivirlos ni okuparlos. Las masas y las minorías acontecen como personajes secundarios en una trama con dos historias: la de los de arriba y la los de abajo y a la izquierda, aunque algunos floten en la indiferencia.

Después de varios empujones, comenzó la negociación. Las autoridades del Museo pedían que solo entraran cuatro estudiantes para leer las peticiones de toda la comunidad, pero la ENAH no dio un paso atrás y, minutos más tarde, las puertas se abrían para quienes estaban ahí reunidos con la intención de exigir justicia.

La ENAH se organizó y seleccionó a un grupo de estudiantes para que leyera el comunicado que tenían preparado: el inicio fue un recuerdo a las palabras del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN):

«…la comunidad de la Escuela Nacional de Antropología e Historia ha permitido generosamente, desinteresadamente, que la voz y el eco que somos aquí repose y desde aquí se encuentre con otras voces y ecos. Ustedes, los trabajadores, los estudiantes y los profesores de la ENAH nos han escuchado y se han hecho eco y voz de lo que somos. Tal vez porque de eso es de lo que se trata la antropología y la historia, de escuchar, de hacerse eco y voz de lo escuchado…». (Fragmento, EZLN, 18 de marzo de 2001).

Escucha, dijeron los zapatistas, y escuché: La comunidad estudiantil de la ENAH pidió, en pocas palabras, cinco puntos:

Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.
Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.

Número uno: Abrogación inmediata de su Reglamento General, para sustituirlo por uno democrático en el que las voces de trabajadores, estudiantes y profesores sean tomadas en cuenta. [La comunidad no está contenta con el trabajo de Julieta Valle Esquivel, actual directora de la ENAH, por lo que a gritos pidieron su renuncia].

Número dos: Dosificar adecuadamente el presupuesto para enriquecer el acervo de la biblioteca, construir un comedor comunitario, promover más actividades académicas y culturales, apoyar económicamente a los estudiantes en sus prácticas de campo, fomentar y difundir los trabajos de investigación del alumnado, dar cursos de protección civil, contratar a un médico escolar, evaluar el estado de los edificios de la ENAH y dar mantenimiento a sus estructuras.

Número tres: Proteger a la comunidad de la violencia de género, para lo que solicitan la destitución del actual encargado del Departamento de Defensoría de los Derechos de la Comunidad ENAH para que lo sustituya una coordinadora experta en el tema y con perspectiva de género; así como aplicar protocolos contra este tipo de violencia y dar seguimiento a los casos denunciados.

[Nota: Una mujer asegura que las feministas de la ENAH lo están haciendo mal, un individuo masculino le aplaude. Pienso: el feminismo enuncia las violencias, a ustedes, hombres, les toca analizarse y trabajar para desaprender los años de cultura machista impuesta. El feminismo no es el responsable de separar nada, la responsabilidad recae en los agravios, en la forma tan simple de concebir el cuerpo femenino como un objeto de deseo y en reducir a un absurdo las peticiones de las compañeras que se han cansado de callar. La respuesta es escuchar, no negar].

Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.
Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.

Número cuatro: Resguardar la dignidad de la planta docente y de las y los trabajadores de la ENAH, pues los salarios son insuficientes.

Número cinco: Publicar y transparentar el convenio con Grupo Carso para la remodelación de Cuicuilco, además, exigen que se realice una consulta vecinal para tomar en cuenta las opiniones de quienes habitan en la zona. Y enfatizan la responsabilidad de resguardar los espacios históricos y arqueológicos de la zona.

Al finalizar, la prensa salió corriendo, ya contaban con los videos y las fotografías que mostraban a los estudiantes enfrentándose con las autoridades para dar un toque amarillista a la nota. Algunos reporteros o reporteras se confundieron y escribieron que encapuchados de la UNAM habían tomado las instalaciones del MNA.

Los estudiantes se mantuvieron. Comenzó la okupa simbólica del Museo Nacional de Antropología:

Frente al Museo, la comunidad estudiantil de la ENAH:

Amenizó la tarde con salsas y cumbias. Bailó. Organizó un juego monumental similar al serpientes y escaleras, pero con temática prehispánica. Preparó un taller de lítica para hacer puntas de flecha con obsidiana. Dio recorridos gratuitos dentro de las salas del Museo y esperó, esperó a que llegará la tarde con los contingentes de otras universidades para salir, como hace 50 años, y marchar al Zócalo, con la lucha y la resistencia en cada una de las miradas.

Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.
Tlacuache power: ENAH «okupa» el Museo Nacional de Antropología.

Mimí Kitamura

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