El grito de la «izquierda»

La noche del próximo 15 de septiembre se convertirá en la primera ocasión que el presidente López Obrador conmemore el inicio de la Independencia de México, con el tradicional grito. Sin embargo, lejos de una celebración, se perfila como el escenario perfecto para dar voz a todos aquellos reprimidos por años.

Desde su llegada a la presidencia, las políticas públicas implementadas por el mandatario apuntan a un sector poco visible (en los sexenios anteriores) de la sociedad, de ahí que exista una nueva oposición que salió a las calles para protestar contra Obrador, su autoritarismo y populismo a la hora de gobernar.

Lo que sacudió a ese sector de la población fue que el dinero público comenzara a redirigirse a otros sectores de la sociedad, en lugar de a los bolsillos adinerados dueños del poder económico y político. Así, liderados por personajes como Felipe Calderón y Vicente Fox, por mencionar solo a los más mediáticos, se abalanzaron sobre los suelos de la capital, esos que todavía (por fortuna) son el sustento de las huellas en búsqueda de la justicia.

Impulsado por la propuesta de descentralizar el poder, el gobierno de la llamada 4T giró la vista hacia los territorios del norte y sur del país, principalmente en los estados donde ostentan el poder o tienen oportunidad de hacerlo como Sonora, Veracruz, Tabasco y Chiapas; también entregó recursos a otro sector vulnerable, los sin que hacer llamados NINIS, y la opulenta oposición le cuestionó por dejar sin recursos a deportistas de escasos recursos que practican el canotaje, boliche, atletismo, esgrima y waterpolo.

Los recortes fueron una realidad, la República austera se presume comienza a tomar forma y con ella las manifestaciones y los disgustos no cesaron; cada una de las organizaciones civiles que viven del erario público protestó por sus causas, instancias infantiles, violencia de género, protección a periodistas, derechos humanos, cuestionaron el abandono monetario del Gobierno federal.

Mientras tanto, instancias de salud, justicia y los propios políticos abarrotaron las oficinas de la FGR con amparos en contra de la 4T, que busca, aseguran, violentar sus derechos laborales y de paso imponer una política autoritaria que terminará por hundir a México en un abismo imposible de abandonar.

Para ellos, el grito de independencia de cada año era un escaparate a la vida cotidiana de un México en muy claro deterioro, un día de fiesta que comienza con las compras obligatorias del tequila y la preparación del pozole y terminaba con el ¡Viva México!, repetido tres veces, y una borrachera digna de nuestra libertad e independencia.

Para los otros, el pueblo que comienza a ser un poco más visible, la próxima noche del 15 de septiembre, deberá ser —si así lo quiere la 4T y su máximo líder— el comienzo de una nueva etapa, cargada con simbolismos de hermandad, paz y apoyo a los sectores más vulnerables. El discurso tendrá que ir acompañado de vitorias no a los líderes de la revuelta de aquel 16 de septiembre de 1810, sino al pueblo que desde entonces está esperando que las cosas cambien. Quizá entonces podamos soñar con una nación donde se respire la libertad y los ¡Viva México! escapen de los muros que circundan a la plaza mayor del país.

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