Flickr - Precios bajos, lectores escasos
Flickr - Precios bajos, lectores escasos

Hoy en día es posible comprar libros hasta de $8

De poco sirven los precios bajos cuando no hay consumidores.

El presidenta Andrés Manuel López Obrador destacó que, gracias a los cambios que ha habido desde el inicio de su administración, hoy en día la lectura está al alcance de todos, pues el costo de los libros se ha reducido hasta en un 70 por ciento, con ejemplares que cuestan tan sólo ocho pesitos.

Lo anterior es un gran paso para el acceso a la lectura, sí, eso ni como negarlo, pues al menos el Fondo de Cultura Económica (FCE) ha reducido costos de gran manera. Por desgracia  esto no quiere decir que por el sólo hecho existir libros baratos aumentará el hábito de la lectura, y mucho menos en un país donde su población lee cada vez menos.

De acuerdo con la encuesta Módulo sobre Lectura (MOLEC), dada a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en nuestro país el promedio de libros leídos por la población de 18 años y más en los últimos doces meses es de 3.3 obras, lo que quiere decir que de 100 personas al menos 42 leyeron un libro durante un año; mientras que en 2015 la cifra era de 50 lectores por cada 100 ciudadanos.

No es para sorprender que los niveles de lectura decaigan en este país, donde la gente está más preocupada en cosas más «productivas» que le permitan mejorar la economía de sus bolsillos o en actividades más «interesantes» y sociables para distraerse del estrés diario. Por supuesto, si a esto sumamos los bajos salarios con los cuales se debe decidir entre comprar un nuevo libro o pagar el recibo telefónico, de luz, de agua, etc., no es de sorprender que la lectura no sea una prioridad.

Si además tomamos en cuenta que desde los niveles más básicos de educación la lectura se enseña más como una obligación que como una actividad placentera, entonces tampoco es para asustarse si los niños, los jóvenes o los adultos aún piensan que el adentrarse en un libro es aburrido, una pérdida de tiempo destinada sólo para los más «tetos» o «pretensiosos».

Es por ello que no basta con bajar el precio de los libros, pues aún si el gobierno regalara uno en cada esquina, ¿quién en su sano juicio tomaría algo que nunca va a ocupar y sólo va a estorbar en casa? Claro que los lectores más habituales agradecerán estas medidas, pero tal vez sea tiempo de implantar nuevas estrategias que permitan una mayor población lectora en vez de centrarse en el pequeño sector que ya gusta de leer.

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