Una de las cosas más bellas de la paranoia es que deja al descubierto la verdadera forma de ser de las personas, tanto de los alarmistas como de los más calmos. En este caso el famoso coronavirus ya se está encargando de ello.

Para dar un ejemplo de esto basta con retomar la noticia del crucero que arribó a Quintana Roo, en el que presuntamente había varios pasajeros infectados con coronavirus (y que terminó siendo influenza).

Este evento nos dejó en claro que México no es el país solidario, cálido, comprensivo y siempre dispuesto a ayudar del que tanto se jactan sus ciudadanos, pues apenas se supo que el gobierno del país permitiría que el crucero ya mencionado llegara a nuestras tierras, la intolerancia salió a flote.

«Que los regresen por donde vinieron», «Aquí no los queremos, que se larguen con su enfermedad», «Que dios nos bendiga y por favor no los dejen bajar», «No cometan la estupidez de dejarlos quedarse» fueron tan solo algunos de tantos comentarios que se leyeron en redes sociales respecto al navío.

Esto simple y sencillamente deja en claro que sí, México puede ser solidario y humanitario, pero siempre y cuando no se vea afectado. ¿Esto es malo? No, sinceramente no, más bien es algo normal y natural… después de todo, ¿qué nación no haría lo mismo ante el temor de la muerte?

Ahora, con el primer caso confirmado de coronavirus en nuestro país, sólo nos queda esperar para que la histeria colectiva aparezca (o se haga más grande), con compras de pánico, aumento de precios, chismes, rumores, burlas, teorías conspirativas y demás.

Pero no, no nos preocupemos, por favor, que todo pasará en unos días y ya verán que tan rápido volvemos a ser los mismos solidarios de siempre.