pinterest.es

Por C. Ramírez

Hace poco, sumergida en las entrañas de mis pensamientos, te escuché preguntarme ¿dónde quedó lo nuestro?, ¿dónde nuestros recuerdos?, ¿dónde nuestro amor? Como si lo que vivimos juntos ya no existiera y necesitaras una explicación, una ubicación exacta para saber que fue real.

Sin titubear respondí que lo nuestro está en esas pequeñas distracciones, cuando callo y te veo de nuevo frente a mí, sonriendo, acomodando mi desordenado cabello; nuestros recuerdos están en los acordes de aquella canción que escuché por primera vez contigo y disfrutamos tantas veces en la comodidad de tu sofá gris; todo nuestro amor está en los breves instantes en los que de pronto apareces a mitad de un atardecer de tonalidades naranja y siento tus caricias al rozar el viento mi mejilla.

En todos esos espacios, sonidos y sentires estás tú, está lo que vivimos, allá lejano y débil pero permanente está nuestro amor.

Porque tu lugar ya no es donde era, tu lugar sólo se limita a los escasos tres segundos cuando vienes a mi mente porque volví a pasar por el pub donde bailamos toda una noche, porque leí aquel poema que un día susurraste en mi oído a mitad de la madrugada; pero todo eso se desvanece cada vez que vuelvo a parpadear y observo la mirada intensa de él, desapareces luego de un instante, justo cuando él me toma de la mano; tus caricias duran hasta que él me empapa de sus brazos y me consumen sus labios. Estás en esos segundos de ausencia, en esos viajes efímeros a la apreciada pero no anhelada rememoración.

Tu aparición es cada vez más esporádica porque ya he bailado y escuchado otros tonos, ya he leído nuevos versos, he probado nuevos sabores y disfrutado todo después de ti. Y sin reparo te aseguro que jamás tendrás un lugar más grande que esos ínfimos momentos, porque nadie merece enfrentarse a un fantasma, a un recuerdo. Porque él no merece confrontar tu intangibilidad.

Jamás estarás presente en una conversación con él, nunca se mencionará tu nombre en nuestra sobremesa, de ningún modo tendrás cabida en nuestros paseos, no te sentarás en nuestra mesa a la hora de la cena como si fueras un miembro etéreo. Nunca permitiré que te arropes con nuestras sábanas.

Porque tu lugar está en los recuerdos, y el de él en mi presente. Nuestro presente. Un presente que tuyo no volverá a ser.