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Un hospital del sur de Irak dedicado a enfermos de Covid-19 se incendió la noche del lunes debido a un cortocircuito, dejando a por lo menos 92 personas muertas. Hace tres meses se presentó otro accidente similar en Bagdad, el cual acabó con 82 vidas.

El cortocircuito provocó que una bomba de oxígeno estallara en el hospital Al Husein de la ciudad de Nasiriya, posteriormente, la explosión generó el incendio. Lo anterior provocó una ola de rencor e indignación de los familiares y la sociedad en contra del gobierno y las instituciones, a quien acusan de negligencia.

«No es de extrañar que el desastre se repitiera ayer en Nasiriya, ni sería sorprendente que se repitiera nuevamente en otros lugares», dijo hoy el miembro de la pública Comisión de Derechos Humanos iraquí, Ali al Bayati.

Cabe destacar que las investigaciones del incendio ocurrido en abril no señalaron a ningún responsable, aunque el entonces ministro de Salud terminó por dimitir.

Debido a que Irak todavía no ha nombrado a un nuevo titular, la responsabilidad del siniestro de esta semana ha recaído en el director de Salud de la provincia de Di Qar, Sadam al Tawil, quien renunció poco después del suceso.

El presidente iraquí, Barham Saleh, afirmó en su cuenta de Twitter que los dos incendios han sido «el resultado de la corrupción y la mala gestión que subestima la vida de los iraquíes e impide el buen desempeño de las instituciones».

Según la organización Physicians for Human Rights, en 2019, el país recibió tan solo un 4.5% del presupuesto total, a diferencia de otros sectores como el militar o el petrolero, que anualmente obtienen entre 15% y 20%.

Asimismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que en 2015 Irak gastó unos 154 dólares por persona en salud a comparación de Irán (366 dólares) y Jordania (257 dólares).

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