Sin Embargo

El fin de semana pasado, el gobernador de Nuevo León, Samuel García, y su esposa, Mariana Rodríguez Cantú, tuvieron la fortuna y la bendición de convertirse en padres…por un fin de semana. Y es que ambos le brindaron hogar a un bebé durante un par de días para después devolverlo al DIF Capullos en dicho Estado.

Y aunque la influencer Cantú asegura que lo hicieron porque «ella y su familia desarrollaron un fuerte vínculo emocional» con el niño, la verdad es que todo pareciera más un acto político para levantar la imagen del matrimonio y no ya una verdadera muestra de amor ni mucho menos de empatía.

¿Para qué adoptar a un niño sólo un fin de semana? ¿Por bienestar del infante o sólo por egoísmo y capricho de ambos? ¿En verdad hubo algún sentimiento paternal, maternal o fraternal?

¿No habrá sido, más bien, otro intento para vendernos la imagen de lo «bondadosos» y «caritativos» que son estos tortolos para con los más necesitados? Después de todo, recordemos que ya hay quienes en burla o en serio han llamado a Cantú como la «Lady Di mexicana».

Ahora, si es que en verdad dicha adopción de fin de semana fue hecha con el corazón y no hubo malas intenciones en ella, sino que todo fue un acto noble y dulce, cabría preguntarse por qué el DIF les permitió a ambos llevarse al niño así sin más, sin permisos o documentos que avalaran la autorización.

Vaya, el proceso de adopción de un niño o niña es un trámite que para los padres adoptivos puede durar desde meses hasta un par de años. Incluso hay albergues de mascotas con procedimientos, seguimientos y trámites excesivamente estrictos para permitir a un animal pasar unos días con su familia de prueba.

Y resulta que García y Cantú, así nomás, de un momento a otro, tuvieron autorización para llevarse a un niño. ¿Se le habría permitido esto a cualquier otra familia mexicana? Quizá sí, con las influencias correctas o, en todo caso, con sentimientos nobles y un corazón tan enorme como el de estos dos.

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