Indice Político

Esta semana, un alumno de una secundaria de Iztapalapa fue responsable de un terrible accidente que, por fortuna, no se convirtió en una tragedia mayor. El adolescente ingresó a la escuela con un arma de fuego, la cual, disparó accidentalmente hiriéndose él mismo en el dedo anular, al mismo tiempo que lesionó en el tobillo a una de sus compañeras.

Y aunque directamente fue el culpable del accidente, cabe preguntarse quién es el otro responsable. ¿El padre del menor, quien supuestamente es el dueño de la pistola? De ser así, ¿cómo obtuvo esta arma de fuego? ¿Está registrada como legal o la consiguió de manera clandestina? ¿Por qué tiene una pistola en su casa y cómo es que es tan de fácil acceso para su hijo?

Habrá también quien culpe a las autoridades escolares por permitir que un arma de fuego haya ingresado a las instalaciones, pero ciertamente no es responsabilidad de las escuelas revisar cada mochila o cada bolsillo de cada alumno cuando se supone que, en primera instancia, ningún niño o adolescente debería tener acceso a una pistola.

Tampoco es que vivamos una situación similar a la de Estados Unidos, donde policías y detectores de metales se instalan en las entradas de las aulas para evitar más tiroteos. Sin embargo, ya la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, adelantó que regresará el operativo para revisar las mochilas de los estudiantes y cerciorarse de que estos no ingresen objetos peligrosos.

Una medida cautelar que se agradece, por supuesto, pero para aquel que tenga la intención de meter una pistola (ya sea para presumir, para jugar o, en el peor de los casos, con intenciones más crueles) siempre encontrará la manera de hacerlo.

Después de todo, la solución no es evitar que los menores entren con armas de fuego; no, la solución es evitar que literal y metafóricamente hablando no se acerquen ni tengan acceso a estos artefactos mediante sus propios medios, los de familiares, amigos u otros grupos.

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