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El caso de la nadadora transexual Lia Thomas, de 22 años, nuevamente ha puesto el asunto de la biología contra la ideología sobre la mesa.

Y es que resulta y resalta que gran parte de las competidoras nacidas “biológicamente mujeres” y del público en general rechazan el que a Thomas, quien nació físicamente como un hombre, se le permita competir en la categoría femenil a pesar de definirse como una mujer.

Lo anterior tiene sentido, claro, pues a pesar de que a las competidoras trans se les pide mantener niveles bajos de testosterona, claramente tienen una ventaja física mayor por sobre sus competidoras, ya sea un fuerza o resistencia. Esto último no quiere decir que una mujer no pueda superar a un hombre enfrentándose en el mismo deporte, pero la competencia ciertamente se torna un tanto injusta en el aspecto biológico.

Así lo han hecho saber varias nadadoras, quienes se dicen molestas por la participación de Thomas luego de que ganó las 500 yardas estilo libre en los campeonatos universitarios estadunidenses en Atlanta. Ellas incluso comentan que cuando Lia era hombre y competía en categorías masculinas, siempre estuvo lejos de quedar entre los primeros lugares.

Hasta aquí, para algunos el asunto podría parecer bastante simple en cuanto a qué decisión tomar, o sea, la de no dejar participar a hombres que cambian de sexo a mujer en competencias femeniles. Sin embargo el asunto no es tan simple, pues entran en juego temas de identidad de género, derechos humanos y hasta la misma empatía (por no decir tolerancia).

En primera instancia, es importante resaltar la diferencia entre sexo e ideología: mientras el primero “podría” catalogarse como sexo masculino y femenino de acuerdo con los órganos reproductores con los que se nació (es decir, la biología), la segunda es el género con el que cada individuo se percibe o se identifica a sí mismo.

En pocas palabras, un hombre pudo nacer con pene y testículos, pero “mentalmente” (por decirlo de la forma más simple) puede sentirse o percibirse como una mujer. Lo mismo con las mujeres que físicamente tienen vagina y ovarios, pero se identifican como hombres. La cosa se pone un poco más compleja al saberse que no sólo existen dos géneros, sino por lo menos cinco que no explicaremos, pues la idea principal ha quedado clara.

Ahora, si son de los que piensan “no es tan difícil, se nace hombre o se nace mujer”. Sí, quizá tengan razón, sin embargo, la biología también reconoce más de dos sexualidades, a saber: hembra, macho, intersexual, intersexual con características dominantes masculinas e intersexual con características dominantes femeninas.

A su vez, estos dos últimos grupo pueden dividirse en cuatro categorías: Intersexualidad 46, XX; Intersexualidad 46, XY; Intersexualidad gonadal verdadera e Intersexualidad compleja o indeterminada.

Para no entrar a detalle en cada una, basta con saber que en la intersexualidad 46, XX, la persona tiene los cromosomas de una mujer y los ovarios de una mujer, pero los genitales externos son de apariencia masculina.

Como vemos es más complejo, las cosas no siempre se resumen a si uno nace con pene o vagina.

Regresando a lo que es o no es justo en el deporte sobre los casos de atletas transexuales, puede que haya quienes también piensen “ok, está bien, cada uno es libre de identificarse como quiera, pero entonces, lo mejor sería crear una categoría especial donde sólo compitan personas trans”.

Pareciera una solución fácil, sencilla y rápida…pero quizá no la correcta. ¿Por qué? Por el hecho de que al hacer una categoría “especial” para ellos, de igual forma se les estaría apartando, se les estaría segregando una vez más al colocarlas en un grupo diferente cuando lo que buscan es ser reconocidos como hombres o como mujeres y no se les catalogue diferente a los demás.

¿Cuál será la solución? No lo sabemos, al menos aún no. Está claro que, como dijimos, habrá ventajas y desventajas cuando atletas trans compitan en ciertas categorías, pero la solución tampoco parece ser tan simple como dejarlos o no participar.

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